La historia de San Valentín es más bien trágica, en el año doscientos y tantos en la época de los romanos, un sacerdote al que le dicen que ya no puede casar jóvenes (para poder convertirlos en soldados sin distracciones) y se pone a casarlos a escondidas, luego de ser descubierto y a pesar de su creciente popularidad se lo llevan preso, lo martirizan y acaban con su vida un 14 de febrero, luego es canonizado por diversos milagros y desde siempre recordado.
Eso deja a un lado a San Antonio, al que las solteras de antaño solían poner de cabeza en espera de que, al agolparse la sangre en su sien consiguiera rápido un marido para ser liberado de esa tortura y, a pesar de sus milagros amorosos, no es tan recordado como San Valentín
Pues amanece el día del amor y la gente corre rauda a conseguir flores, chocolates, dulces, tarjetas, cds, para llevar a su pareja y amigos, porque, a pesar de que algunos quisieran olvidarse de la festividad, resulta que llegar con las manos vacías -aunque la pareja no crea que sea necesario festejarlo- reciben una mirada de tristeza, de reproche, de "si anduvieras con la mensa de Panchita si le hubieras llevado chocolates", "si amor pero a ti no te gusta esta festividad", por eso, "si anduvieras..."
Mandar recados o no mandar, esa es la cuestión, al parecer los amantes y amigos esperan ser reconocidos, saber que ocupan un espacio especial en nuestras vidas, saber que, aunque sea un día como este, uno les recuerda con cariño.
Y lo que sería un día de amistad y amor se convierte por la tarde en uno de despecho y enojo, porque quienes esperaban algún detalle no lo recibieron, "que lejos del amor, dice mi amiga Mónica, nos quedamos cuando queremos demostrarlo", eso cuando fuimos a comer a la Plaza, ahí, todas las mesas estaban repletas de parejas y grupos de amigos, nos llamó la atención una chava que iba vestida de dark, llevaba sombras ahumadas en los ojos y lentes de contacto blancos, botas y abrigo corto negro y cabello negro y medias negras, junto a ella un chavo delgadito, blanco como blancanieves, con cabello rizado, camisa de cuadritos rojos y en la mano una rosa y unos chocolates. El llevaba los regalos, cuando se sentó los puso a un lado, ya se los había dado a ella pero le dió pena cargarlos, los ojos del chavo estaban llenos de ilusión, los de ella de incomodidad, nos dió pena ajena, pero la mayoría de las parejas son así, con diferencias, estuvimos conversando al respecto y llegamos a la conclusión de que se puede ser diferente en muchas cosas, Mónica dijo que menos en la educación, yo consideré que el que dos personas se rían de lo mismo es fundamental, luego de ver que la pareja de enfrente uno se reía y el otro miraba con consternación como pensando ¿de que se ríe esta loca?, lo ideal, concluimos, es que, sin importar si hay que dar regalos (que bueno que los den, sobre todo chocolates por supuesto) lo mejor es que nadie quiera controlar al otro, amar a alguien que caminará por un momento a nuestro lado no tiene que ver con que es nuestro y lo será para siempre y que bailará al son que le toquemos y nos obedecerá y responderá siempre (para eso sale más barato un chihuahua), que lo mejor es ser parejos en una pareja y que hay que dar espacio, libertad y respeto y recibirlo, claro que también concluimos que faltan al menos dos siglos para que el ser humano llegue a nuestra misma conclusión y será algo difícil que lo veamos
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