sábado, 14 de enero de 2012
"In" con gruencia scout
Hace unos días, un señor de edad avanzada, Félix, apareció en la puerta de un negocio a donde acude regularmente con una tristeza evidente en su rostro, apenas hablaba, intentaba sonreír mientras saludaba a los demás clientes, y, al terminar su compra, estrechó la mano de la cajera diciendo: "Fué un gusto haberla conocido", luego de lo cual se deslizó con su bicicleta calles abajo.
Un joven había estado al pendiente de lo que ocurría y por un momento tuvo un mal presentimiento, aquel apretón de manos parecía una despedida, tan cerca del año nuevo que quizá el sentimiento de soledad de vivir lejos de su familia acentuaría
Y es que el señor había dejado su tierra natal, donde sus hijos lo consideraban una carga, para llegar a esta ciudad a intentar sobrevivir comprando y vendiendo artículos en su bicicleta, para lo que, de alguna forma requería del uso de una computadora
Semanas antes, había estado ocupando la computadora de Manuel, quien se la rentaba a bajo precio y que, siendo líder scout, mostraba que de alguna forma estaba contribuyendo con la ayuda a la tercera edad, aunque por otra parte le hacía ver al Sr. Félix que era una carga y el precio tan bajo que pagaba por usar la computadora era un favor que tenía que retribuir haciendo mandados extras
Lo que ocurrió ese día de la despedida -según se enteraron el joven Juan y la cajera más tarde cuando consiguieron preocupados su teléfono y le llamaron-, fue que Manuel lo corrió finalmente de su local, diciéndole que no quería que volviera a poner un pie en él, por un adeudo de 50 pesos del uso de la computadora que aún el sr. Felix no podía liquidar
El local del Sr. Manuel, comerciante, está lleno de insignias scouts, de posters enumerando las leyes que legó Lord Baden Powell a este movimiento, flores de lis, caras de niños sonrientes.
Los sábados, reúne a los niños, les enseña canciones de escultismo, promueve y propaga las bondades de ser scout y, en la calle, se siente distinto a los demás, sobre todo después de regresar de un campamento, de enfrentar la selva baja que rodea la ciudad.
Pero una vez que entra a su negocio, parece olvidar esas pequeñeces ideológicas y no duda en quedarse con un cambio, en subir el precio a quien no sabe sumar, en maltratar a los empleados, algo así como Megamente en sus tiempos de maldad.
Hablando de eso, Maritza recordaba los tiempos en que fuimos girl scouts o guías de méxico (en mi queridísima patrulla "Sangam"), creíamos firmemente en los valores que hoy día continuamos abanderando, platicamos de que realmente el escultismo nos formó, nos dió grandes ideales, nos llenó de amor por la naturaleza y los animales (no como el sr Manuel, obvio) y -coincidimos- muy al contrario de esta bestia (ahora si como el sr. Manuel) que sería difícil que abusemos de alguna persona de la tercera edad.
Pensó Maritza que sería muy triste que algún niño de las decenas de chamacos a los que les inculca el escultismo se dé cuenta de que su guía, su ejemplo, es una persona cuando tiene uniforme y otra cuando se lo quita, su falta de congruencia, dijo, le hará perder la confianza en la gente.
Más allá de todo eso, el Sr. Manuel, el comerciante, se siente "in" en su papel de scout, presume constantemente, cose orgullosamente sus insignias y jura que no hay mejor movimiento para orientar a los jóvenes que el escultismo que Baden Powell creó hace más de cien años para que sean seres de bien como él
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario