martes, 22 de marzo de 2011

Desaparecidos por aluxes

En la penìnsula de Yucatàn es fácil encontrar noticias extrañas que se refieren a la desaparición de habitantes o paseantes tanto en zonas de selva baja como aledañas a las arqueológicas sin que parezca haber una explicación lógica, y, aunque no todos sobreviven, los que lo han hecho coinciden en que el paisaje cambió de repente y unas pequeñas presencias los mantuvieron cautivos.

Los mayas no necesitaban guardianes para cuidar sus cosechas, ni sus pertenencias, se las encargaban a los aluxes, unos pequeños ídolos regularmente hechos de barro que eran bañados en sangre para recibir vitalidad, pero, comtrariamente a lo que se piensa sobre el hecho de que los baños eran dados con sangre de vìctimas, esclavos o vírgenes, la sangre provenía de sus propias venas, de su propio cuerpo.


Al paso del tiempo, del abandono de las ciudades, de la conquista, de la llegada de nuevas razas y de la apariciòn de la època moderna, los aluxes han continuado cumpliendo con su funciòn, por lo que, acostumbran en raras ocasiones, perder a los hombres que los desafìan y mantenerlos cautivos en la selva, hasta decidir si dejarlos ir ohacerlos parte de su mundo

Hace nueve años un hombre corriò esa suerte en Rancho Viejo, un taxista conocido en la ciudad con el mote de Capulina, èl, quien conocìa perfectamente su tierra -que habitaba muchos años antes- una mañana viò adentrarse en la selva a una de sus vacas, y luego de seguirla un tramo sintiò una fuerte indisposiciòn estomacal, por lo que se adentrò unos pasos en los matorrales para evacuar a la vera del camino, al salir de ese sitio, sorprendido se dio cuenta de que no reconocìa nada en su entorno, ningùn àrbol, planta, camino o piedra le era familiar, a pesar de que hacìa apenas unos minutos conocìa a la perfecciòn el sitio

Desesperado intentò encontrar una referencia, pero cada vez se extraviaba màs, sobre todo luego de que unas sombras pequeñas lo rodearon y le quitaron su gorra y comenzaron a dirigirlo lejos del lugar.  Asustado el hombre intentaba liberarse de ellos, lo que logrò en un claro de la selva en el que encontrò un pequeño pozo de agua.

Sabiendo que de ese lìquido dependìa su vida, decidiò mantenerse junto a èl durmiendo de dìa y caminando en todas las direcciones de noche para evitar ser atacado por los animales.  Fueron seis los dìas que el hombre sin comida y extrayendo lo poco que podìa de agua del pozo logrò sobrevivir,

En su rancho, cerca de ahi, los esfuerzos por encontrarlo eran vanos, ejèrcito, policìa, familiares y amigos peinaban la zona sin respuesta, al cuarto dìa fueron traìdos los brujos. Gerardo Atzel ya habìa acudido al llamado, era parte del equipo de rescate, èl, siendo vidente, comentaba que podìa verlo tirado en el piso junto a un pozo pequeño de agua, vivo.

Otros chamanes mayas coincidieron con Gerardo, el mensaje de los aluxes: el hombre habìa sido castigado porque, ademàs de no pedir permiso para sembrar esas tierras durante años, nunca hizo una ofrenda a los habitantes milenarios de la zona. Por eso, durante el dìa y la noche, los sacerdotes comenzaron a realizar las ofrendas: tamales, atoles, tabaco, balchè (bebida alcohòlica de una corteza de la zona) y hasta pollos que eran preparados al instante, pero los aluxes guardaban silencio.

Fue en Tizimìn donde encontraron a uno de los hombres sabios mayas que llegò al quinto dìa, realizò sus rituales, sus ofrendas, sus oraciones envueltas en los ardientes carbones y humeantes inciensos e hizo el esperado anuncio: "lo dejaràn libre". Para encontrarlo, dos jòvenes familiares bebieron de una jìcara que les entregò el chamàn.

Caminen en lìnea recta, les dijo, ahì le encontraràn. Los jòvenes recorrieron de nuevo un camino que pràcticamente sabìan de memoria y en el que nunca vislumbraron el cuerpo de su tìo, pero, en esta ocasiòn, lograron verlo con total claridad, luego, las horas que cumplieron con el sexto dìa, transcurrieron en cortar àrboles para traer el helicòptero que lo alejarìa trasladàndole al hospital màs cercano para su recuperaciòn.

De inmediato, al hombre se le colocò un crucifijo en el brazo para evitar que volvieran a llevarlo y el chamàn advirtiò a toda la familia que por lo menos cada tres meses debìan realizar de nuevo las ofrendas amèn de pedir permiso de sembrar en la zona y asì se hizo

Al relatar la historia el hombre asegurò que los viò varias veces pasar a su lado, les gritò, pero nadie podìa verlo ni escucharlo hasta ese dìa.

Es por eso que en muchos lugares pueden verse ofrendas a estos seres, es por eso que muchos caminantes se detienen a la entrada de las zonas arqueològicas o a las selvas para pedir permiso para pisar ese suelo, asegurando que solo estaràn de paso y abandonaràn el lugar luego de terminar su paseo, porque no saben en que momento podràn encontrarse con los aluxes como seguramente lo hicieron muchos que no podràn contar la historia, como la que hoy todavìa relatan los familiares del taxista

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