miércoles, 17 de agosto de 2011

Tocad y se os abrirà... a las siete y media


Una imagen comienza a volverse común ahora en Mèxico: iglesias cerradas y, frente a sus puertas y ventanas, hombres, mujeres, ancianos -las màs de las veces-, hincados en la acera, en la calle, lanzando sus oraciones al cielo, porque en el templo es la hora de comer, de descansar, de hacer las cosas importantes.
Cualquier pregunta sobre los horarios tendrà una respuesta similar: “la iglesia se abre antes de la misa”, claro que media o una hora antes porque “a esa hora llega el padre a confesar”.
La señora Guadalupe recuerda con nostalgia su infancia en el estado de Hidalgo, en donde, dice, la iglesia permanecía abierta todo el dìa, fue en la iglesia de su pueblo en donde tomò sus clases de “catecismo”, donde le bautizaron y le dieron su primera comunión, fuè ahì donde se casò antes de dejar su tierra
A sus màs de setenta años recuerda vivamente las fiestas religiosas que reunían a todo el pueblo alrededor de la enorme iglesia de piedra  con vistosas cùpulas, ahì dice, se establecían puestos de comidas, de pan, de dulces, atoles, juegos, y había una persona que junto con la comunidad organizaba esas largas fiestas que fusionaban los rezos, los cantos, la vendimia y la algarabía: el párroco designado a la zona.
Segùn doña Guadalupe los párrocos duraban muchos años al frente de sus iglesias, no eran oriundos del lugar, pero sin embargo al paso de los años nadie recordaba que venían de fuera.
Como en las antiguas películas, los párrocos permanecían en sus iglesias cumpliendo una diaria y larga función: orientar a la comunidad moral y espiritualmente, por eso, no era difícil que cualquier persona que pasara por un conflicto o duda corriera a la iglesia a preguntarle su punto de vista, que, de alguna forma, buscaba o derivaba en el bien común.
Era el párroco quien regañaba al borracho del pueblo, el que hacia recapacitar al hombre que abandonaba a sus hijos, el que fungìa como mediador en las peleas domèsticas, por eso, dice Doña Guadalupe, no habían “tantos malhechores”. Lo malo comenzó, dice, cuando empezaron a hablar de política y luego, a dejar de atender a las personas.
Doña Guadalupe se queda parada junto a la ventana, en esta iglesia pequeña y cuadrada, muy lejana de la enorme iglesia cerca de la que creció, y hoy como otros dìas, la puerta de madera està cerrada a sus oraciones que buscan la protección de su hijo que sigue en Estados Unidos, no puede sentarse ni hincarse, aguantarà quizá –segùn estima- medio rosario, porque esperar hasta las seis y media de la tarde cuando el párroco llegue a cumplir su trabajo de dar misa es mucho tiempo, el cual ya no le sobra, a veces està tentada a cambiar de religión como Doña Carmita porque allà, Dios si le abre la puerta de su casa.

martes, 9 de agosto de 2011

Por sus frutos los conoceréis


Hace unos días, Laura tuvo el mal tino de enfrentarse en una discusión sin rumbo con un joven de una rama de la religiòn cristiana, ella estaba estudiando su libro de Flores de Bach cuando Darío apareció y la miró desafiante, "esas cosas no las autoriza Dios"le dijo.
Laura lo miró asombrada, porque pensó que quizá se refería a que la vió la noche anterior bailando en Coco Bongo, lo que quizá no era bien visto por la religión de su amigo, pero más se sorprendió cuando él señaló su libro, "en la Biblia lo dice claramente, no se debe creer en esas cosas".
Tras cinco segundos de pausa, Laura pensó si valía la pena enfrascarse en una discusión, que iniciaría preguntando: ¿en que parte de la Biblia Dios dice: "y les prohibo que usen los extractos de las flores de un tal Bach que nacerá en el siglo XX"? pero que seguramente le llevaría a Darío a citar miles de frases que, en su entendimiento, tendrían relación con el tema, para lo cual especificaría números, puntuaciones y nombres asociados a ello.
Sin embargo Darío insistió "todas esas cosas de las medicinas alternativas y trabajar con las emociones son contrarias a Dios, porque él dijo: nadie llega al padre sino es a través de mí", Laura intentó llevar la conversación hacia la ciencia: "estas son solo escencias de flores, como en la medicina, ya ves que extraen los ingredientes de las plantas para sanar, y eso se ha hecho siempre: sanar con las plantas que Dios seguramente puso en la tierra con ese fin"
Darío se sintió molesto de escuchar a Laura mencionar a Dios, porque últimamente solo algunos grupos religiosos parecen tener el permiso divino de nombrar al creador, así que, aprentando los dientes le aclaró a Laura que solo lo que dice la Biblia es válido para curar, olvidándose por un momento de la tofoidea que lo azotó hace un mes y para la que tuvo que tomar altas dosis de demoniácas sulfas y otros antibióticos, sin olvidar los infernales paracetamoles.
Laura no quiso pelear, se excusó diciendo que apenas estaba analizando ese tema de las flores, porque habia visto que en estos tiempos todo mundo padece de estrés y de las emociones y que, si bien había medicamentos para el cuerpo, seguramente algo habría de curar las emociones (de alma y espíritu ni habló porque imaginó a Darío cayendo engarrotado solo de pensar que un humano pueda establecer contacto o sanar su alma, a la que, según Darío, solo Dios o el Diablo pueden tentar)
Darío arremetió con más fuerza, dijo que todos los que curan las emociones están actuando en contra de Dios, porque si tan solo lo miraran o se acercaran a él sus emociones estarían curadas, Laura le aseguró que no lo dudaba en lo más mínimo, pero que habría que reconocer que la mayoría de la gente estaba muy lejos de Dios y mientras lo encontraban de nuevo tendrían que sentirse mejor y que en todo caso, habria de recordar la frase de "ayúdate que yo te ayudaré"
Darío aclaró que era por eso que los grupos religiosos debian ir de casa en casa llamando a la gente a que regrese a Dios, pero Laura argumentó que no son las palabras lo que convence a las personas, sino las acciones, "recuerda lo que dijo Cristo, por sus frutos los conoceréis", y que mejor fruto que ayudar a tu prójimo en vez de señalarlo como un pecador.
Darío se lanzó de nuevo a la carga, gritó que todos los que curaban o sanaban de esa forma, los que predecían el futuro, los que hablaban de cosas no autorizadas eran seres demoniacos, enviados por el mal para la perdición de las almas, luego salió dando un portazo
Laura se quedó mirando a través de la ventana mientras Darío se alejaba, fue entonces que estuvo segura de algo que antes si acaso le pasaba por la mente: Si Cristo volviera a la tierra lo crucificarían de inmediato, apenas sanara a alguien con sus manos, apenas hablara de lo que habrá de suceder, apenas violara con sus parábolas las creencias de los que se cobijan en la literalidad, lo apedrearían, lo llevarían a empujones y lo colgarian en la cruz más dolorosa, luego le abrirían el costado para asegurarse que lo exterminaron y, lo peor, seguramente lo quemarían para que ya no resucitara, "para que anda sanando y profetizando, era hijo del diablo, porque Dios no autoriza esas cosas" dirían para maquillar su intolerancia.